LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE LA VIDA RELIGIOSA
(PLENARIA SCRIS – MARZO DE 1980)
DESCRIPCIÓN DE LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA
La dimensión contemplativa es radicalmente una realidad de gracia, vivida por el creyente como un don de Dios, que le hace capaz de conocer al Padre (1) en el misterio de la comunión trinitaria (2), y de poder gustar «las profundidades de Dios» (3).
Describimos la dimensión contemplativa fundamentalmente como la respuesta teologal de fe, esperanza y amor con la cual el creyente se abre a la revelación y a la comunión del Dios vivo por Cristo en el Espíritu Santo. «El esfuerzo por fijar en El (Dios) la mirada y el corazón, que nosotros llamamos contemplación, se convierte en el acto más alto y más pleno del espíritu, el acto que hoy todavía puede y debe coronar la inmensa pirámide de la actividad humana» (4).
Como acto unificante de la proyección del hombre hacia Dios, la dimensión contemplativa se manifiesta en la escucha y meditación de la Palabra de Dios, en la participación de la vida divina que se nos transmite por los sacramentos, muy especialmente la Eucaristía, en la oración litúrgica y personal, en el deseo constante de Dios y la búsqueda de su voluntad, tanto en los acontecimientos como en las personas, en la participación consciente de su misión salvífica, en el don de sí mismo a los demás por el advenimiento del Reino. De ahí viene al religioso una actitud de continua y humilde adoración de la presencia de Dios en las personas, acontecimientos y cosas; una actitud que manifiesta la virtud de la piedad, fuente interior de paz y portadora de paz en cualquier ambiente de vida y de apostolado.
Todo esto se realiza a través de una progresiva purificación interior, bajo la luz y guía del Espíritu Santo, de modo que podamos encontrar a Dios en todo y en todos para llegar a ser alabanza de su gloria (5) .
La naturaleza misma de la vida consagrada resalta así como raíz profunda que alimenta y unifica todos los aspectos de la existencia de los religiosos y religiosas.
CONCLUSIÓN
La dimensión contemplativa es el verdadero secreto de la renovación de toda vida religiosa: renueva vitalmente el seguimiento de Cristo, porque conduce a un conocimiento experimental de Él, conocimiento necesario para poder darle auténtico testimonio, testimonio de quien le ha oído, le ha visto con los propios ojos, le ha contemplado, le ha tocado con las propias manos84.
Cuanto más se abra el religioso a la dimensión contemplativa, más atento se volverá a las exigencias del Reino, desarrollando intensamente su interioridad teologal, pues observará los sucesos con esa mirada de la fe que lo ayudará a descubrir por doquier la intención divina. Tan sólo el que vive esta dimensión contemplativa sabe descubrir los designios salvíficos de Dios en la historia y puede tener capacidad suficiente para realizarlos con eficacia y equilibrio.
Vuestras casas han de ser, por encima de todo, centros de oración, de recogimiento, de diálogo – personal y sobre todo comunitario – con Aquel que es y debe seguir siendo el primer y principal interlocutor en la trabajosa sucesión de vuestras jornadas. Si sabéis alimentar este clima de intensa y amorosa comunión con Dios, os será posible llevar adelante sin tensiones traumáticas o peligrosas desbandadas, esa renovación de la vida y de la disciplina a la cual el Concilio Ecuménico Vaticano II os ha comprometido .